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La Diputación Provincial ha construido sobre los vestigios y terrenos del que fuera Convento de San Agustín, un edificio destinado a usos culturales para la ciudad y la provincia. Se pretendía dar solución a dos problemas urgentes que tenía: salvar los restos artísticos e históricos, del desaparecido cenobio agustino, declarado Monumento Histórico Artístico en 1982, y resolver la necesidad acuciante de espacio que padecía, en particular, su Archivo.

El edificio se levanta sobre antiguas estancias del convento que todavía se conservaban (claustro, sala capitular y refectorio, principalmente). Se articula en forma de pi griega alrededor del patio monacal ajardinado. La fachada principal de calle Madrid permite la contemplación de los elementos de carácter histórico-artístico a través de un pórtico abierto. Las obras, iniciadas en noviembre de 1998, han permitido rescatar el claustro –que conserva tres de sus alas con un magnífico pavimento empedrado de los siglos XVI-XVII en perfecto estado de conservación-, la antigua Sala Capitular, destinada a Sala de Reuniones, y el que fue el refectorio del monasterio, hoy Salón de Actos. La superficie construida alcanza los 6.532 m2, distribuidos en planta baja y dos alturas organizadas en diferentes niveles. El claustro alto se dedica a Sala de Exposiciones.

En la rehabilitación se han conjugado con acierto la recuperación de los elementos antiguos con los de nueva planta. El nuevo edificio se inauguró el 20 de mayo de 2002.

Los servicios instalados en el Monasterio son:

Provisionalmente se encuentra también la sede del Consorcio Camino del Cid.

A pesar del arraigo y antigüedad de la comunidad de agustinos en la Ciudad, escasean las noticias sobre su presencia. La tradición afirma que fue el primer Convento que existió en Burgos y fija su establecimiento en el siglo IX, en torno a los años de la fundación de la primitiva Ciudad, con núcleo inicial, eremitorio bajo la advocación de San Andrés, en el pago de La Semella.

Los autores seguidores de la tradición hablan de la estancia de Santo Domingo de Silos en el eremitorio o convento de San Andrés en 1053. Pero será a partir del S. XIII cuando aparezcan los primeros testimonios documentales, entre ellos la donación hecha en 1267 por la infanta Doña Blanca de Portugal, que les permitió ampliar el edificio conventual y disponer de una pequeña huerta.

Para entonces el convento había ganado ya fama gracias a la veneración despertada por el Cristo de Burgos, entronizado en su iglesia en el s. XII. La devoción por la imagen atrajo gran número de donaciones de particulares, especialmente de nobles y mercaderes, e incluso de miembros de la realeza, que permitieron que en el s. XV se acometiera la construcción de nueva iglesia de tres naves, donde se sepultaron personajes notables. Contaba además con dos coros, el alto costeado por Felipe II, y cuatro capillas además de la del Cristo. El convento tuvo su época de esplendor en el s. XVI, de modo especial bajo la autoridad de Santo Tomás de Villanueva; llegó a contar con 60 religiosos.

La vida conventual se extinguió en 1828, después de que los frailes repararan mínimamente la práctica destrucción causada por las tropas francesas. La Desamortización dio el último y definitivo golpe al que fuera durante siglos célebre cenobio agustino. En 1863 la Diputación Provincial adquirió los restos del convento, que fueron utilizados con destinos diversos hasta la reciente rehabilitación.