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El retablo corresponde a Diego de la Cruz, con escenas de la vida de San Andrés amenizadas con exquisitos paisajes. Contratado en 1786, en que las rocallas se adosan a una arquitectura neoclásica, con columnas y paños pintados imitando el mármol. También se puede observar una cruz parroquial en la que los evangelistas ocupan los extremos del Crucifijo.